* Mantén la calma cuando otros estén furiosos y pierdan la cabeza. No pierdas el control de tus emociones. No se trata de esconder tu molestia, sino de mostrarla con mesura para no arrepentirte más tarde.
* Recuerda que cada discusión tiene al menos tres puntos de vista: el tuyo, el del otro y el de terceros, quienes probablemente estén más cerca de la objetividad. Si puedes mirar desde la perspectiva de los demás enriquecerás tu propio punto de vista.
* Espera a calmarte antes de hablar. Ten en cuenta que la relación es más importante que la discusión. Dá más relevancia a las personas que a las opiniones.
* Busca el lado positivo y agradable aun en las situaciones más complicadas y dolorosas. Esto te ayudará a pasar más fácilmente los momentos difíciles y a convertir los problemas en oportunidades.
* Establece el hábito de hacer preguntas y, sobre todo, de escuchar las respuestas. Pregunte antes de reaccionar. Algunas veces disparamos y después preguntamos. También preguntamos, pero solemos escuchar para contestar y no para tratar de entender.
* No hagas ni diga nada que pueda herir o hacerle daño a otra persona. Aférrate al proverbio que dice que todo lo que uno haga le será devuelto. La gente no recordará tanto lo que tu digas o hagas, sino la intención con la que lo hagas.
* Se conciente de la diferencia entre análisis bienintencionado y crítica destructiva. Observa antes de hablar si el propósito de tus palabras será ayudar, desahogarte o hacer daño.
* Tenga presente que si toleras a los demás, ellos también serán pacientes contigo en los aspectos no gratos de tu personalidad.
* Reconoce sus errores y acepta tu responsabilidad.
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